“Uno de los desafíos que tiene la región de Coquimbo es la observación del océano: hay muy pocas plataformas de observación continua para poder entender cómo es la variabilidad climática”.
La ecofisióloga Laura Ramajo es doctora en Cambio Global e investigadora del grupo MAR del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA). Su trabajo se enfoca en determinar las respuestas fisiológicas de los organismos marinos y costeros en el marco del cambio climático.
“Principalmente estoy centrada en determinar los rangos de tolerancia de las especies a la variabilidad climática para, posteriormente, poder realizar proyecciones y determinar cómo van a responder según los pronósticos existentes”, asegura la experta, que se ha especializado en el estudio de especies marinas, como el ostión.
Paralelamente, junto al equipo de CEAZA, también se encuentra levantando información sobre la vulnerabilidad, la capacidad adaptativa y la resiliencia de las comunidades costeras, lo que conlleva una gran importancia para la pesquería y el turismo, entre otros rubros de la región de Coquimbo.
La investigadora conversó con el Nodo CIV-VAL respecto a la importancia de crear un diagnóstico que identifique brechas y capacidades, y de qué forma es posible vincular a la ciudadanía para aportar al desarrollo de la CTCi.
—Desde su perspectiva como investigadora del CEAZA, ¿cuáles considera que son los principales desafíos científicos en la Macrozona Centro, especialmente en la región de Coquimbo?
—Uno de los desafíos que tiene la Región es la observación del océano: hay muy pocas plataformas de observación continua para poder entender cómo es la variabilidad climática. Nosotros, en la región de Coquimbo, solo tenemos una, por lo que en términos de observación oceanográfica estamos bastante cojos. También necesitamos un mejor monitoreo de cómo están cambiando los ecosistemas y las especies, es algo transversal, que atraviesa desde las Ciencias Físicas a las Ciencias Naturales y también las Ciencias Sociales. En la región existen muy pocos estudios respecto a la vulnerabilidad y la capacidad adaptativa de las comunidades costeras y por eso es súper difícil generar buenos planes de adaptación, porque no conocemos exactamente cuál es la vulnerabilidad socioeconómica de la sociedad, entre otras aristas.
—¿Cuán importante es vincularse con la ciudadanía con este tipo de materias?
—La comunicación de la ciencia hacia la ciudadanía es clave, ya que es muy difícil que una comunidad que no recibe información, que no tiene una cultura científica, logre entender los procesos del cambio climático. En el CEAZA tenemos una vinculación muy estrecha con las comunidades, es parte de nuestro día a día. La información debe ser transmitida de una manera amigable, no solo a través de estos típicos papers o artículos científicos, por lo que hacemos talleres y reuniones. Es importante comunicarle a la comunidad de qué forma todas estas variables científicas pueden afectar a los diferentes actores, desde los pescados, el sector productivo hasta a las personas que hacen deporte en la costa. Es vital porque una población sin conocimiento científico es una población mucho más vulnerable, que no entiende lo que está pasando y no es capaz de prepararse. Del mismo modo, ellos también entregan mucho conocimiento e información histórica, por lo que el diálogo y el traspaso de conocimiento funciona hacia ambos lados.
—¿Cuál es la importancia de que exista una iniciativa como el Nodo CIV-VAL, y de qué forma puede aportar al desarrollo de la ciencia, tecnología, conocimiento e Innovación en la Macrozona Centro?
—Es muy interesante hacer un diagnóstico de la situación actual de CTCi, ya que puede ayudar a dirigir las investigaciones y los estudios para poder mejorar las brechas y, finalmente, abordar temáticas como el cambio climático. Estamos en un período clave de tomar decisiones muy importantes que nos pueden arrastrar a un futuro mejor o peor. Por lo que levantar este tipo de información, y que haya un proyecto que se dedique a realizar todo el diagnóstico desde la CTCi, es primordial para conectarnos y saber lo que está ocurriendo o lo que están haciendo los otros colegas.
—Desde el Nodo CIV-VAL también se identificó un mapa de actores clave en el ecosistema de CTCi, ¿de qué forma aportan ese tipo de iniciativas?
—Mientras más actores se identifiquen, mucho mejor, ya que hay muchas realidades y maneras de relacionarse con las regiones, el océano y la tierra. Por lo mismo, mientras más diverso sea este mapa de actores, será mucho más enriquecedor, ya que todos tienen una perspectiva diferente del desarrollo o frente a qué problemas debe responder la ciencia. Este tipo de acciones son valiosas y permiten la articulación entre las comunidades y el mundo científico.