COLUMNA DE OPINIÓN
A nivel nacional encontramos una fuerte disminución entre el año 1997 y 2020. Al respecto, las cifras indicaron que, en los primeros registros, en promedio cada colmena producía entre 50 y 80 kilos, disminuyendo a un rango entre 10-15 kilos en la temporada 2019-2020.
Por Dr. Ariel Muñoz, investigador y académico del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV)
Una tesis de la estudiante de último año de Geografía PUCV, Martina Gajardo, despertó nuestro interés por estudiar cómo el cambio climático ha impactado en la producción de miel en las zonas central y sur del país. Los resultados de su trabajo, nos permitieron constatar que los apicultores de la zona central de nuestro país están implementando una serie de acciones para adaptarse y contrarrestar las pérdidas que han tenido en su producción, a causa de la megasequía que afecta hace años a esta zona.
Algunas de estas acciones están directamente vinculadas con la recuperación de la flora nativa y especies melíferas, la sanitización de colmenas y la trashumancia. En este contexto, llama la atención que los apicultores de la zona central estén trasladando sus colmenas hacia el sur en búsqueda de floraciones, lo que estaría provocando algunas complicaciones a los productores locales a raíz del aumento de la carga apícola, que se refiere a la cantidad de colmenas que pueden permanecer saludables y productivas, sin competir, en una determinada zona.
Este fue el punto de partida para un estudio interdisciplinario en que analizamos desde la perspectiva del riesgo climático, los cambios que ha tenido la producción de miel entre Valparaíso y Chiloé, el impacto que esto ha tenido en las áreas rurales y los consecuentes impactos sociales y ecológicos de esta situación.
Entre los resultados pudimos constatar una disminución en la producción de miel en Chile en los últimos 25 años, que llega a un 90% en la zona central y que sobrepasa el 50% en el sur del país, lo que se explicaría por los fuertes cambios en el clima de los últimos años, lo que ha provocado una larga sequía y un aumento de eventos extremos como olas de calor y lluvias intensas y erráticas. A esto, debemos sumar una disminuido de la oferta floral en la última década, lo que ha provocado una menor disponibilidad de néctar y polen, las principales materias primas que ocupan las abejas para producir miel.
A nivel nacional encontramos una fuerte disminución entre el año 1997 y 2020. Al respecto, las cifras indicaron que, en los primeros registros, en promedio cada colmena producía entre 50 y 80 kilos, disminuyendo a un rango entre 10-15 kilos en la temporada 2019-2020.
Si llevamos este análisis a la zona central, donde se encuentra la Región de Valparaíso, la situación es aún más dramática, pasando de una producción promedio de 30 kg por colmena en 1997 a solo 2-3 kg en la temporada 2019-2020, incluyendo casos de apicultores en que la producción fue “cero”. Esta brusca reducción explicaría el por qué los apicultores de esta zona han decidido llevar sus panales al sur. Este traslado puede también generar impactos en las colmenas trasladadas, y en los apicultores de la zona sur. Esto último debido al aumento de la carga apícola y al potencial traslado de enfermedades, causando externalidades negativas a los productores locales, como algunos de ellos señalan.
De los distintos factores que influyen en la producción de miel, las variaciones del clima son muy importantes. La sequía que efecta fuertemente la macrozona central, junto con la degradación y pérdida de vigor del bosque nativo, acompañada en muchos casos de la expansión de la agricultura, han provocado una disminución de los recursos florales de la vegetación nativa, reduciendo el alimento para las colmenas. De igual manera, existe un peligro latente para las abejas asociado al uso excesivo de agroquímicos que no solo pone en riesgo su supervivencia, sino que además favorece el desarrollo de enfermedades y expone la producción de miel a contaminación que, además de constituir un riesgo para la salud de los consumidores, puede también dificultar el acceso a mercados internacionales para los productores.
Este diagnóstico ratifica la urgencia de avanzar en la protección y restauración del bosque nativo y los recursos melíferos, así como de trabajar en adaptación del sector apícola ante los desafíos del cambio climático. Algunos aspectos fundamentales siguen siendo: Reducir las externalidades de otros rubros productivos sobre la apicultura; Avanzar en monitoreo, modelación y predicción de las condiciones de producción apícola; Avanzar en tecnologías de información ambiental y social para la adaptación al cambio climático, entre otros